sábado, 18 de abril de 2020

SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA

Hermanos, por sexto día,  nos disponemos a meditar acerca del misterio glorioso de la Resurrección. Con el corazón lleno de gozo por vivir la alegría de Jesús Resucitado, dispongámonos a vivir en este sexto día de la Octava de Pascua como una prolongación del Domingo de Resurrección. Pongamos en manos de Jesús Resucitado, a todos los que trabajan por erradicar esta pandemia. Recemos por la recuperación de los enfermos y pidamos al Señor que se apiade de las almas de los que ha perecido para que lleguen a contemplar la luz de Cristo Resucitado. En el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo,un padrenuestro por todos los nuevos hermanos que iba a ser recibidos en el día de hoy ante la mirada cargada de mansedumbre del Señor Resucitado.

EJERCICIO DEL VÍA LUCIS PASCUAL (SEXTA ESTACIÓN)



EVANGELIO DE DÍA: 

Lectura del santo evangelio según San Marcos (16, 9-15)

Resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.

Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

MEDITACIÓN:

Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. (1 Co, 15,14). Desde la primera generación cristiana la Iglesia se reconoce en esta expresión de San Pablo. El problema que se ha siempre presentado es aquél de cómo interpretar esta verdad central del credo. ¿Quiere decir que ha resucitado verdaderamente, es decir, que vive por siempre en su cuerpo y no solamente como simple manera espiritual?

Es esto lo que afirma la Escritura y la fe de la Iglesia. La resurrección en cuanto tal, es decir, el acto por el cual Dios glorifica a Jesús, es inaccesible y se puede alcanzar sólo por la fe. Por eso es importante que este hecho no huya de la búsqueda histórica. Es inimaginable la primera predicación cristiana, sin la experiencia pascual de los apóstoles que testimonian que Jesús se ha manifestado muchas veces antes de la muerte. Sólo esta verdad da un significado auténtico y trascendental a la propia existencia, la ilumina y la hace vivir con optimismo. La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Todo tiene razón de existir con la resurrección de Cristo y el mismo dolor se transforma.