jueves, 9 de abril de 2020

JUEVES SANTO. INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA. DÍA DEL AMOR FRATERNO



Queridos hermanos en el Santísimo Cristo Amarrado a la columna y María Santísima de la Cruz Hermandad de la Santa Vera + Cruz

Hoy es Jueves Santo, no cabe duda. Comienza el Triduos Pascual, la celebración más importante y trascendental del orbe cristiano. Nos preparamos para llegar a la Noche Santa de la Resurrección.  Es el día de los Oficios de la Cena del Señor. Hermanos, hoy es un día muy importante, se instituye por vez primera la Eucaristía en la noche Santa del jueves. Es del día del Amor Fraterno. 

Es por ello que sabedores de la emoción que nos supone ver a nuestros titulares en la calle, dando testimonio público de fe como cada año a la caída de la tarde del Jueves Santo. Sin embargo, este año, no os quepa duda que nuestros corazones albergan todo lo que hoy anhelamos y que no está sucediendo.

El Santísimo Cristo Amarrado a la columna saldrá cautivo al encuentro del pueblo cristiano. Su espalda lacerada por crueles sayones, nos estremecerá, como siempre,  al caer la noche por los cantillos del pueblo. Su madre dolorosa de la Cruz, Virgen niña, primer sagrario del Señor, buscará como antaño la Concepción bajo su dulce balanceo de las bambalinas del palio, perdiéndose entre la muchedumbre que le reza en silencio y en la intimidad de su corazón.

Hermanos, que este día lo vivamos con gozo a pesar de todo, recemos juntos por la erradicación de la pandemia y por las almas que ya nos han precedido en la fe.

Paz y Bien.

La junta de la Sagrada Resurrección



Lectura del santo evangelio según San Juan (13, 1-15) 

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Paz y Bien. 

Fotografías: Alejandro Zújar.