domingo, 30 de noviembre de 2025

I DOMINGO DE ADVIENTO Mt 24, 37-44. “Estad en vela para estar preparados”.

 


Adviento comienza

como un silencio que respira.

Un espacio sagrado se abre entre los días,

un umbral donde la Eternidad roza la tierra

sin hacer ruido.


El Evangelio nos dice:

“Velad.”

No es una orden,

es una llamada interior,

un despertador del alma.

Velar es entrar en ese punto secreto

donde el tiempo se afina

y el corazón oye lo que los oídos no pueden.


En la noche del mundo,

Dios camina descalzo.

Sus pasos son tan leves

que solo los perciben

los que guardan silencio por dentro.


Isaías habló de una luz que nace en lo hondo,

un fulgor que no viene de lámparas ni de lunas,

sino del Misterio que se inclina

para tocar nuestra fragilidad.


Ese Misterio viene.

Viene sin prisa,

viene sin ruido,

viene como quien descorre suavemente

la tela de lo invisible.


El alma, entonces,

no espera mirando al cielo,

sino mirando hacia adentro:

donde cada sombra puede convertirse en cuna,

donde cada anhelo es un pequeño pesebre

que se abre al Infinito.


En este primer domingo,

dejemos que la noche sea maestra.

Que nos enseñe a escuchar.

Que nos muestre la chispa escondida

que Dios ha sembrado en cada gesto,

en cada ausencia,

en cada herida que aún supura luz.


“Más que el centinela la aurora, mi alma espera al Señor.” Salmo 130

Porque cuando el alma espera así, la aurora ya ha empezado.

#CristoVive #CristoViene

Paz y Bien.

📷 Aniceto Vadillo