lunes, 25 de abril de 2011

El agua no nos abandonó ni el último día (Crónica de un Domingo de Resurrección)

Después de una Semana Santa tan desastrosa en la que hemos podido disfrutar de tan pocas procesiones, a las doce y media del mediodía, la cofradía de la Resurrección de Guadalcanal se ha dispuesto a salir en procesión. El cielo, nubes y claros; el viento, empujaba las nubes que cada cierto tiempo permitía que rayos de sol alumbraran a los que esperábamos en la plaza del pueblo. De algunas nubes, más negras que otras, caían pequeñas gotas de agua de forma intermitente. Se abrieron las puertas de la parroquia, han salido la cruz y las representaciones, se ha decidido salir. Al poco tiempo, apareció el impresionante paso, estreno de la hermandad. Los costaleros se están preparando para sacar el paso por la puerta. Han quitado las patas, pero otra vez, una leve llovizna hace dudar a la hermandad en su decisión de salir. Hay ánimos, eso se palpa, siempre los ha habido en esta corporación. En la puerta se ha agolpado la gente para ver si pueden enterarse de algo, se vuelve a subir el paso porque han decidido esperar unos minutos, más de uno se lleva las manos a la cabeza fuera de la iglesia y promulga porcentajes a cualquiera que se le acerca.

Comienza a brillar otra vez el sol, vuelven a prepararse y esta vez sí, sale el Señor. Magnífico el trabajo de los costaleros en la salida; perfecta y simétrica primera levantá del paso. La banda le queda muy bien, todo hay que decirlo. Ya avanza por la plaza a buen ritmo, sin prisa, pero sin pausa. Durante el recorrido, mencionar se debe la levantá en honor al que fuera párroco de la localidad y que falleció hace unos años. Y es que, gracias a él, esta joven hermandad esta hoy aquí y es lo que es hoy día. El camino, recortado por miedo a la lluvia, se hace largo y casi al final, se observan otra vez nubes ennegrecidas.



















En la esquina de la plaza de Abastos, ya empieza a caer unas ‘mijinas’. La cosa pinta mal. Ya el párroco comienza a aligerar el paso justo antes de entrar en la plaza. El paso, a golpe de tambor y a una velocidad considerable se dirige hacia la iglesia. Las puertas ya están abiertas, y el paso se aproxima por momentos. La lluvia aprieta y afloja en minutos e intermitentemente. Colocan al señor de frente al pueblo y comienzan las maniobras de entrada mientras no sólo llueve agua sino que pétalos y lirios desde un balcón en frente de la iglesia. Se le quitan las potencias al señor y entre aplausos y el himno nacional se introduce el paso en la iglesia. 

Aplausos y más aplausos para una cuadrilla que lo ha hecho fenomenal y que ha sabido actuar en casa situación, más aplausos para una hermandad que poco a poco se supera y se convierte en una de las más queridas del pueblo, por su fuerza de voluntad, que es lo que más se necesita estos días. Un fin agridulce a una semana azotada por las inclemencias del tiempo que ha dejado pocas cofradías procesionar por las calles de nuestros pueblos y ciudades.