Ellos nunca antes habían estado debajo de un palo, tampoco conocían lo que era el arte del ser costalero, pero si tenían algo claro, que cuando se tiene un corazón mas grande que el propio pecho se pueden hacer muchas cosas, empezaron a probar, a cambiar el chaleco reliado en el cuello por un costal comprando en la tienda de “Juliancito”, a cambiar los botines del colegio por unas zapatillas de esparto, a darse cuenta que la faja también se la tenían que poner en los ensayos y a olvidar que un paso puede pesar cuando la ilusión es lo mas grande para esto del saber andar...y así pasaron los días y los años cuando de repente un costalero de debajo del paso alzó la voz y gritó:
-¡¡SEÑORES!! Mucho oído… ¡¡costero!!... ¡¡¡IZQUIERDO!!!... los tres pasitos... y ahora sobre lo pies y un poquito de “andandini” y hasta un paso atrás, la cuadrilla respondió sin apenas conocer esas palabras; y así nació el arte que tienen y que siempre tendrán los costaleros de la Hermandad de la Resurrección de Guadalcanal."
¡¡¡“Ahí queó”!!!