Oh Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, Madre del Carmelo, tú que estuviste reunida con los Apóstoles en oración, esperando la venida del Espíritu Santo, acompáñanos también a nosotros en este día de Pentecostés.
Así como fuiste llena del Espíritu en el Cenáculo, intercede por nosotros para que recibamos su luz, su fuerza y su fuego de amor, en las noches oscuras del alma, en las dificultades del día a día y en la enfermedad; sed intercesora mía.
Enséñanos a escuchar con fe,
a obedecer con humildad,
y a servir con alegría.
Que el Espíritu Santo transforme nuestro corazón, como transformó el de los primeros discípulos, para que seamos verdaderos testigos de Cristo en el mundo.
Amén
Santísima Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Paz y Bien.