martes, 22 de abril de 2025

MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA



Hoy, martes 22 de abril, celebramos el tercer día de la Octava Pascual. La lectura del Evangelio está tomada del relato de San Juan, quien presenta el momento del encuentro de María Magdalena con Jesús resucitado (Jn 20, 11-18). Se trata sólo de ocho versículos, pero cuya elocuencia es impactante.

A pesar de la conmoción por el fallecimiento del Papa Francisco, la liturgia pascual se impone con su júbilo por la Resurrección durante toda esta octava de Pascua. Este martes, se detiene en el pasaje conocido como ‘Noli me tangere’, por las palabras con que el Resucitado se dirige a María Magdalena cuando lo reconoce en el huerto donde habían enterrado al Señor. Hay una enseñanza en ese “no me retengas” con que el Viviente responde: la apóstol de los apóstoles está todavía demasiado apegada a la presencia corporal de Jesús, cuyo cuerpo viene a embalsamar. Pero la fe no puede apegarse a un cuerpo sino a la Vida de quien ha vencido a la muerte. Por eso Jesús le pide que no lo retenga, que no se lo quede para sí, que no se fije en la ausencia para poner su atención en su presencia viva y vivificadora, triunfante y glorioso. Los ángeles no cumplen ninguna función en el camino de la fe que Magdalena recorre sólo cuando escucha que el Señor la llama por su nombre. Es esa vocación a la que todo hombre debe responder.

María está llorando frente al sepulcro y la idea de que se han robado el cuerpo de Jesús atraviesa su mente sumiéndola en el desconcierto. Sin que las lágrimas dejen de brotar de sus ojos, se acerca al sepulcro y se asoma para ver el interior. De pronto se percata que está en presencia de dos ángeles. Estos le preguntaron: «“¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”». La mujer mira hacia atrás y se topa con Jesús, a quien no reconoce y cree el jardinero del lugar. Jesús le hace la misma pregunta que los ángeles: “Mujer, ¿por qué estás llorando?”, y ella insiste en la sospecha de que alguien se ha llevado el cuerpo del Señor. Entonces se precipita el dulce final. Jesús la llama por su nombre “¡María!” y como si sus ojos recién se hubiesen abierto, la mujer lo reconoce e instantáneamente responde: ¡Maestro! El Señor resucitado se aparta y María Magdalena se enrumba hacia donde están los apóstoles para contarles que Cristo, el Señor, ha resucitado.

Cristo vive, aleluya, aleluya.

Paz y Bien. 

Fotografía: Rafa Florido.