La palabra Cuaresma proviene del latín Quadragesima dies (Día cuadragésimo), e indica los 40 días que dura el tiempo litúrgico. Alude a los 40 días del diluvio, a la marcha del pueblo de Israel por el desierto, los 40 días de Jesús en el desierto y los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
Este año se inicia el 5 de marzo. Terminará cuando comience la misa del Jueves Santo (misa vespertina in Coena Domini), el 10 de abril.
Estamos ante un tiempo de gracia, concedido por Dios a sus hijos para la conversión y para la renovación espiritual. La perspectiva de la cuaresma es la Pascua, es decir, la celebración anual del misterio central de la fe cristiana: Jesucristo que es entregado a la muerte para el perdón de nuestros pecados como víctima de propiciación y Jesucristo resucitado de entre los muertos, venciendo la muerte y abriéndonos de par en par las puertas del cielo.
Cuarenta días de preparación, cincuenta días de celebración hasta la fiesta de Pentecostés. La vida cristiana es penitencia por nuestros desvíos, sí, pero es sobre todo fiesta porque Dios está dispuesto siempre a renovarnos y llenarnos el corazón de esperanza.
En la Pascua, Dios quiere renovar nuestra vida con la vida que viene del Resucitado y con la fuerza de su Espíritu Santo, quiere hacer de nosotros nuevas criaturas, quiere hacernos hijos dándonos su misma vida. Nos preparamos a la Pascua con el itinerario de la cuaresma.
La Iglesia con el miércoles de ceniza nos invita a la penitencia y a la conversión. La ceniza es signo de esa actitud humilde de penitencia, porque somos pecadores e imploramos de Dios su misericordia sobre nosotros y sobre el mundo entero.
Las pautas de este camino catecumenal hacia la Pascua son: el ayuno, la oración y la limosna.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
Hermano, "Conviértete y cree en el Evangelio".
Paz y Bien.
Fotografía: Portada revista "Hermandades" (2025)