Jesús Resucitado, el Buen Pastor.
En este Cuarto Domingo de Pascua, la liturgia nos presenta a Jesús Resucitado bajo una imagen entrañable y poderosa: el Buen Pastor. No es cualquier pastor, sino el Resucitado, el que ha vencido a la muerte y ahora guía a su rebaño con la fuerza del amor eterno.
“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas.” (Jn 10, 11). Estas palabras, en el contexto de la Pascua, cobran un significado aún más profundo: Jesús no solo dio la vida, sino que la recuperó para compartirla con nosotros. Su entrega en la cruz no fue el final, sino el camino hacia una vida nueva. Como Pastor resucitado, nos guía ahora con poder, ternura y fidelidad.
Jesús nos conoce a cada uno por nuestro nombre. En medio de tantas voces que nos llaman y nos distraen, su voz resuena con verdad, esperanza y vida. Él nos cuida, nos busca cuando nos perdemos, nos consuela cuando sufrimos, y nos conduce hacia verdes praderas, incluso en medio de desiertos.
Hoy más que nunca necesitamos pastores según el corazón de Cristo: personas que, como Él, sepan acompañar, proteger, escuchar y guiar, especialmente a quienes más sufren o se sienten perdidos. Pero también somos llamados cada uno a ser reflejo del Buen Pastor, especialmente en nuestra familia, comunidad o trabajo.
Jesús Resucitado, Buen Pastor, sigue caminando con nosotros. Su victoria es la garantía de que nunca estaremos solos.
¡Cristo vive!
Paz y Bien.
Fotografía: Antonio Perea Núñez.